Mujer Montaña

Mujer Montaña

Cada vez que subo una montaña, le pido que me comparta su fuerza, solidez, estabilidad y poder. En cada caminata encuentro una oportunidad de autoobservación y autoconocimiento, una experiencia para probarme a mí misma hasta dónde puedo llegar.

La montaña me enseña que no se trata de mi estado físico sino de mi fortaleza mental, de la convicción que tengo para llegar a la meta. Con cada subida he aprendido a bajar el volumen de mis pensamientos, a escucharlos menos y confirmar que, si paro y respiro un momento, puedo recuperarme y seguir adelante.

La montaña me enseña que a pesar de que el camino es largo, empinado y difícil, la clave está en los pequeños pasos. "Ten tu meta clara pero concéntrate en los pequeños pasos" me dice, "en algún momento levantarás la mirada y verás que lo lograste”.

La montaña me enseña que debo parar a agradecer el paisaje y disfrutar la vista. Que no sirve llegar a la meta si no puedo disfrutar y agradecer el camino hacia ella. "Agradece y disfruta de las flores, los pájaros y la amplitud de la vista", me dice.

La montaña me enseña que siempre hay una salida cuando me siento perdida y que puedo detenerme a sentir cuál es el siguiente paso. "Detente, respira y siente; si te pierdes, siempre podrás encontrar un nuevo camino".

... y así, en cada oportunidad que he tenido de subir una montaña, he ido confirmando que la experiencia no se trata de caminar sobre ella, sino de convertirme en ella.

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